Esta entrada ha sido escrita por Aimar Rubio Llona, de Amnistia Internacional.
Ahmet tenía un futuro prometedor. Aplicado estudiante de física y reconocido activista turco por los derechos de las personas lesbianas, gays, bisexuales y transgénero (LGBT), vivía su vida a caballo entre sus estudios, activismo y pareja. Una vida más como otras muchas, que sin embargo el 15 de julio de 2008 fue silenciada por las balas.Ahmet fue mortalmente herido a la salida de su hogar en el distrito asiático de Üsküdar, Estambul, tras haber denunciado en reiteradas ocasiones las amenazas de muerte que venían de su propia familia. Amenazas que nunca fueron tomadas en serio por las autoridades turcas, y que injustamente pusieron fin a su vida.
A Ahmet le arrebataron el derecho a vivir por ser homosexual. El principal sospechoso de su asesinato, su padre, se encuentra desde entonces en paradero desconocido.Las autoridades turcas, que durante meses ignoraron las denuncias que el activista interpuso temiendo por su vida, también fueron parte responsable de este crimen. El silencio fue cómplice de la violencia homófoba que se llevó a un joven de 26 años que tenía toda una vida por delante.
Desde entonces Amnistía Internacional lucha para que las autoridades turcas realicen el trabajo que nunca llevaron a cabo. Ahmet es símbolo de los crímenes de honor que se suceden en un país donde algunas personas buscan restaurar su dignidad asesinando a aquéllos que supuestamente les humillan. En efecto, la familia de Ahmet se sentía sucia por tener un hijo gay, en un entorno caracterizado por el acoso, discriminación y violencia hacia las personas que eligen un deseo prohibido.
Han pasado 7 años desde entonces y lamentablemente la situación de los derechos humanos las personas LGBT han experimentado serios retrocesos en Turquía. Si Ahmet estuviese vivo, hubiese asistido a la marcha anual del Orgullo del pasado 28 de junio en la simbólica plaza de Taksim en Estambul. Si la voz de Ahmet no hubiese sido silenciada, su derecho a la libertad de expresión y reunión se habrían visto seriamente comprometidos en un país que prohibió una manifestación por la dignidad y diversidad de todas las personas.
Las mismas autoridades que debían proteger la vida de Ahmet, utilizaron el pasado 28J la fuerza para dispersar y hostigar a los manifestantes que querían celebrar que amar no es ningún delito. Tal y como ha documentado recientemente Amnistía Internacional, la policía atacó deliberadamente a los allí reunidos con cañones de agua, gas lacrimógeno y proyectiles de pimienta. La decisión de prohibir la marcha nunca se comunicó a los representantes del Orgullo, en una ciudad que el año pasado congregó a más de 90,000 participantes.
Los derechos humanos son para todas las personas. El silencio y la impunidad con la que actúan las autoridades turcas deben cesar en un país que ratificó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. La orientación sexual e identidad de género no pueden ser motivo de discriminación, y la justicia debe prevalecer y estar al servicio de todas las víctimas de la homofobia y transfobia.
Estas hubiesen sido las palabras de Ahmet Yildiz. Palabras de condena ante la sinrazón de la violencia en un país donde la diversidad afectivo-sexual es fuertemente contestada.Homenajear a Ahmet en el séptimo aniversario de su asesinato también es hacer nuestro su activismo, denunciando la violación del derecho a la reunión pacífica en Turquía y el fin de todas las discriminaciones, incluyendo el de las personas LGBT.Recordemos a Ahmet entonces, para que su lucha siga viva en nuestra memoria.
Para colaborar en la RED DE CASOS LGBTI AHMET YILDIZ (Turquía) y NOXOLO NOGWAZA (Sudáfrica), infórmate en diversidad.aien@es.amnesty.org
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